A mí me importa un huevo.
A mí me importa un comino.
A mí me importa un rábano.
A mí me importa un pepino.
Este poema juega con el doble sentido: importación significa "traer de fuera un bien o una mercancía que no se encuentra en el país de uno" e importar también significa "tener valor o interés para alguien. Además el poema está construido mediante la repetición de la misma estructura sintáctica (paralelismo) en los cuatro versos: una repetición, pues, anafórica. La rima es consonante y los versos son de arte menor.
Este poema es un claro ejemplo de que el lenguaje literario pretende ser vidriera (José Hierro), porque las palabras están dispuestas para crear belleza, causar impacto.
Una imagen y una personificación (la luna se come al murciélago cuando desaparece en la oscuridad) bastan para conciliar el sueño.
Si al final de estas letras, tan recientes como tus besos, no vuelves nunca
a leer este poema con aquel suspiro que te hacía mas niña
y a la vez tan efervescente.
Si al final de este feliz abecedario para dos, digo,
olvidas que el amor es como una dulce mentira que se comparte a solas,
que se llora a solas o que se inventa a solas pensaré
que tu amor no fue tan cierto como el mío.
Tan cuantitativamente real como los veinticuatro mil besos,
las treinta y siete mil caricias, los veinte mil abrazos
y lo que nunca se dice o se olvida.
Si al final de este recuerdo, de este recuerdo ebrio de amor,
de esa memoria póstuma en tu nombre,
tus labios no pronuncian ningún beso y tus ojos no escupen ya más lluvia
quizá será porque tu amor no supo que las horas son deliciosamente
minúsculas cuando se quiere y tristes, lentas,
como el otoño, el óxido, cuando el amor enferma.
¿Me querías? ¿me has querido? Te quiero.
¿Me querías? ¿me has querido? Quizá no.
Pero si al enterrar en el aire la última de estas letras aprendes a llorar
y a descorchar tu alegría con los besos que censuró el olvido,
si en mi verso reconoces el amor que deletreo para ti a, m, o, r,
entonces, sin ninguna duda, tan cierto como que Dios no existe,
podré incluir tu nombre en esta carta
después de donde dije incomprensiblemente y sin saber por qué
mi única mentira cierta; te quiero
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Anáfora: Repite la estructura sintáctica “Si al final de…” al principio de los versos 1, 4, 11.
Anáfora: Se repite la estructura “¿Me querías?, ¿me has querido?” en los versos 17,18.
Paralelismo: La estructura oracional de los versos 17 y 18 en muy parecida.
Personificación: Le atribuye cualidades humanas a las letras y al amor.
Metáfora: Está comparando el amor con las horas.
Paradoja: En “Mi única mentira cierta: te quiero” y “Olvidas que el amor es como una dulce mentira”.
Para tu amor no hay sábanas ni heridas,
ni sombras que se mueran con el mido
Para tu amor no hay húmedo vestido
ni salamandras distraídas
Para tu amor no hay letras contenidas,
no hay vencedor ni habrá nunca vencido
para tu amor no hay lúbrico gemido
que junte en una sola nuestras vidas
Para tu amor no hay fábricas de sueños,
No hay estación de frío y macedonia
no hay mapas de cristal ni ojos isleños
Para tu amor no hay nubes de colonia,
No hay lágrimas metálicas, no hay dueños
Para tu amor no hay mar, querida Sonia.
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Este poema es simplemente una reclamación al amor egoísta e injusto de Sonia. Usando estas figuras retóricas, Raúl Vacas convierte una simple reclamación en un poema, lo que lo hace más bello. En resumen: transforma una carta de reclamación (cristal) en un ejemplo de lenguaje literario (vidriera), en el que importa la manera en la que se presenta el mensaje más que propio mensaje.
Anáfora: repite la estructura sintáctica “Para tu amor no hay” al principio de los versos 1, 3, 5, 7, 9, 12, 14, para recalcar lo que no hay para su amor.
Anáfora: Las conjunciones copulativas no y ni al principio de la mayoría de los versos. Repite el “no hay” y la conjunción copulativa “ni” y la oración "para tu amor no hay".
Paralelismo: repite casi la misma estructura oracional en los versos 3, 7, 9 y 12.
Personificación: Atribuye cualidades humanas a un objeto sombras que se mueran. Las sombras no se pueden morir.
Metáforas: Identifica a los mapas con el cristal y a las lágrimas con el metal.
Instrucciones para llorar. Dejando de lado los motivos, atengámonos a la manera correcta de llorar, entendiendo por esto un llanto que no ingrese en el escándalo, ni que insulte a la sonrisa con su paralela y torpe semejanza. El llanto medio u ordinario consiste en una contracción general del rostro y un sonido espasmódico acompañado de lágrimas y mocos, estos últimos al final, pues el llanto se acaba en el momento en que uno se suena enérgicamente. Para llorar, dirija la imaginación hacia usted mismo, y si esto le resulta imposible por haber contraído el hábito de creer en el mundo exterior, piense en un pato cubierto de hormigas o en esos golfos del estrecho de Magallanes en los que no entra nadie, nunca. Llegado el llanto, se tapará con decoro el rostro usando ambas manos con la palma hacia adentro. Los niños llorarán con la manga del saco contra la cara, y de preferencia en un rincón del cuarto. Duración media del llanto, tres minutos.